Los lectores de “The Guardian” reconococen a la Cola de Caballo en Ordesa, como la cascada más bonita del mundo.
La Cola de Caballo en Ordesa, Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, ha sido el “winning tip” de entre las 20 aspirantes que figuran en el artículo de la edición digital del conocido periódico británico. En esa lista, no han faltado algunas de las cascadas más famosas del mundo. Pero según los lectores de la versión digital del rotativo, nuestra querida Cola de Caballo es la mejor de todas.
No faltan motivos de peso ni antecedentes que lo justifiquen. El macizo calcáreo que da nombre al parque es el más alto de Europa (Monte Perdido 3355m.) y ostenta otras importantes figuras de protección, como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO o Reserva de la Bisofera. También es uno de los territorios protegidos como Parque Nacional más antiguos del mundo (sí, sí… ¡del mundo!). Su declaración (el 16 de agosto de 1918) llegaba sólo unos meses por detrás del mismo reconocimiento al P.N. de Picos de Europa (22 de julio de 1918), al que solamente antecede el primer parque nacional del mundo, el Yellowstone National Park (1 de marzo de 1872).
Ésta ruta que recorre parte del GR-11 en el Valle de Ordesa, es una de las más conocidas del Parque Nacional. Comienza en la Pradera de Ordesa y flanquea el cauce del río Arazas hasta la Cola de Caballo. Sus saltos de agua acompañan al caminante desde el principio. La primera en avistarse en esta excursión, es la también espectacular cascada de Cotatuero.
Un impresionante salto que se precipita desde las alturas de un antiguo valle glaciar colgado (tributario del principal, el de Ordesa). Luego llegarán las cascadas del Estrecho y de la Cueva, un rincón tan bucólico que parece irreal. Es sólo la antesala de todo lo que nos espera, la exuberante belleza de las conocidas Gradas de Soaso y, tras superar el resalte de estas últimas, el “plato fuerte” definitivo.
Ruta hacia Cola de Caballo en Ordesa, la cascada más bonita del mundo.
La parte más alta de la ruta, en la cabecera del valle, nos lleva hasta el Circo de Soaso. Allí se encuentra la cascada de la Cola de Caballo, justo donde nace el Valle de Ordesa. Al quedar encajada en la esquina N de la cabecera, la inquietud se mantiene hasta el final. No podremos ver la majestuosidad de la Cola de Caballo hasta que estemos muy cerca. Al doblar el último recodo del camino, la grandeza de esta cascada estalla ante nuestros ojos. Es una experiencia realmente emocionante, que conecta al visitante con su ancestral relación con la naturaleza, es inevitable.
Hechos los prolegómenos más románticos, también hay que decir lo menos bonito. A pesar de la experiencia de ostentar la figura de protección de Parque Nacional desde hace más de 100 años y los medios empeñados en su continuidad, hay muchos aspectos que se deberían mejorar. La gran estacionalidad, produce una afluencia que se concentra en los meses de verano. Una masificación que hace perder valor a la experiencia.
Aunque no disponemos de datos científicos o estadísticos que pongan de manifiesto cómo afecta esa concentración veraniega a ese entorno natural, basta con llegar a Ordesa y mirar a nuestro alrededor. Es frustrante ver la actitud y compostura de un gran número de sus visitantes. La gente abandona basura en muchos puntos, hay “recortes” y “variantes” del trazado acotado en las sendas balizadas. No es nada extraño encontrarse a alguien dándose un “refrescante baño” en las Gradas de Soaso o a los pies de la Cola de Caballo en Ordesa, muy cerca de donde se alivian de necesidades fisiologicas que dejan su rastro en forma de «kleenex» o toallitas húmedas… Hemos llegado a ver «avezados fotógrafos», con un traje de pesca, cruzando el cauce del Arazas para hacer una foto desde la margen contraria de la Cascada del Estrecho. Unas actitudes intolerables, que están tácitamente prohibidas en la normativa del Parque.
Todo esto nos decepciona, no sólo por la acción en si misma o quien ejecuta, sino también por la ausencia de prevención, vigilancia o control y debida amonestación. Una adecuada formación y/o información al visitante, cuando se le vende el tiqué de acceso en bus, podría evitar esta problemática. Hay quien se justifica, alegando que la actuación individual del visitante es responsabilidad de cada uno y que poco hay por hacer ante el incivismo de la gente poco sensibilizada con este medio. Pero no podemos disentir de forma más enérgica, cuando para otros asuntos, no se pone reparo en esfuerzos, en presupuesto y en medios. Pongamos como ejemplo la reciente celebración del centenario del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Desde las autoridades competentes, se ponía en marcha una ególatra maquinaria propagandística. Una maniobra al servicio de la imagen de la administración y algunas grandes empresas participantes del proyecto (y no del Parque y su conservación). Una «puesta en escena» que dejaba al margen desde el principio a las empresas del territorio en el que se asienta el propio Valle de Ordesa, así como incluso a algunas administraciones o instituciones mucho más cercanas al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, que ciertas sedes burocráticas que orquestaban la celebración de tan dichoso aniversario. Así es al menos como lo vemos nosotros.
Prueba de ello es la creación de una web que no ofrece servicio de interés alguno, más allá de una agenda de actos que se pueden consultar en cualquier otra parte (y de la que se duplica o triplica el contenido en distintos apartados para “hacer bulto”). No falta un perfil de Instagram en el que, en vez de lucir las bondades de Ordesa o promover su conservación y «inputs» de buena conducta para su visita, lo que abunda es más bien el «autobombo» y las fotos de postureo político. Importante parcela la que ocupan unas empresas y patrocinadores muy necesarios para financiar “la fiesta”, pero que poco (o nada) tienen que ver con el territorio que abraza el Parque Nacional de Ordesa en la Comarca de Sobrarbe… En definitiva, una maniobra de marketing que no puede mostrar menos sensibilidad por el entorno rural y de los pueblos de montaña que siguen dando vida al Pirineo Aragonés desde el duro trabajo y el anonimato.
Si supiésemos que cien años más nos iban a dar la oportunidad de mejorar, quizá honraríamos la memoria de quienes lucharon para que este territorio goce hoy de protección. Pero ni mil años serán suficientes, mientras solamente se llenen páginas con fotos de políticos o egos y bolsillos.
Por eso, si visitáis el Valle de Ordesa, cualquier otro de los sectores del Parque Nacional o cualquier rincón de estas maravillosas montañas, recordad que es la responsabilidad de vuestros actos la que permitirá (o no) que otros lo disfruten igual o mejor en el futuro.